Sobre San Borondón y la canariedad

Pero Viera hubo de llevar su humanismo y capacidad de abstracción incluso ante la búsqueda del conocimiento en la geografía de lo imaginario, como ocurrió con su explicación sobre el entender a “San Borondón”, como recoge así Horacio Capel en su obra Geografía y arte apodémica en el siglo de los viajes: “Lo imaginario y lo real podían mezclarse todavía en el siglo XVIII de forma inextricable en el conocimiento geográfico. Los países imaginarios se situaban generalmente en medio de los grandes océanos o en lejanas tierras australes. Aunque también podían estar más cerca, e incluso en algún caso próximos a las costas de España.

Este es el caso de la famosa isla de San Borondón que muchos afirmaban haber avistado en los días claros desde las islas más occidentales de Canarias y que se encontraría a unas 40 leguas de la Palma. En el siglo XVI se habían realizado varias expediciones para descubrirla y todavía en el XVIII era fuerte en el archipiélago la creencia en esta isla, poblada de ciudades y habitada por gigantes. Según relata Morales Padrón, documentos del Archivo de Indias reproducen incluso el dibujo de ella tal como fue vista en 1737 (4). 

Contra la creencia en esta isla imaginaria y contra otros países imaginarios se elevó la influyente y atenta voz del padre Feíjóo (5), pero todavía en 1772 el presbítero José Viera y Clavíjo se sintió obligado a dedicar todo un largo capítulo de su Historia General de las Islas Canarias a discutir los testimonios históricos existentes sobre su existencia, considerando que "sí en la ciencia geográfica hubo jamás alguna paradoja o problema difícil, ninguno más que éste, porque para defender la afirmativa se hace preciso atropellar osadamente la buena crítica, el juicio y la razón; y para sostener la negativa es necesario abandonar la tradición y la experiencia, probando a muchas personas de experiencia que nunca supieron hacer uso de ella".

“Sólo pretendo promover los verdaderos intereses de las Canarias, sirviéndolas con el tributo que les deben mis cortas luces”, Viera y Clavijo

Nuevamente, y a modo de conclusión de este proyecto y artículo, hemos de citar a Isidoro Sánchez en su comentario para el “Diario del Valle”, con motivo de la conmemoración de la muerte de Viera en marzo de 2013. En esa ocasión Sánchez alude a una reflexión final del propio José de Viera en su obra: “Cuando Viera y Clavijo se refiere a los canarios en sus obras escribe: ‘Concluyamos, pues, que los isleños han tenido necesidad de una historia natural y civil, para que sean más conocidas en el mundo de sus glorias, sus hazañas, su nobleza, sus servicios, sus talentos, sus méritos…y que cuando aplico mis arbitrios y débiles fuerzas, por un patriotismo casi ejemplar, a la introducción de este útil trabajo, sólo pretendo promover los verdaderos intereses de las Canarias, sirviéndolas con el tributo que les deben mis cortas luces’”.

Sin embargo, queremos dejar una señal clara de hasta dónde se elevaba la universalidad e inteligente transversalidad que anidaba en el conocimiento de Viera, la que le llevo hasta la pura creación literaria con la que también ascendió más allá de nuestras fronteras la cultura y ciencia existente en Canarias. Se trata de un poema titulado “La boda de las Plantas” (1804), en el que se pueden leer versos como los siguientes, donde se dice así:
 
“No lo dudéis, la Flor es una boda; el
cáliz es el tálamo y el lecho; los pétalos,
lucidos y de moda, son las cortinas, que al
capullo han hecho, y el gran misterio
encubren; aula toda se perfuma de olores
hasta el techo; y el néctar, que la abeja
allí codicia, es el pan de la boda y la
delicia"

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