Viera, pobre en riquezas, pero rico en letras y sabiduría

Al talante del Viera desligado de los bienes terrenales, y unido a la riqueza de la ciencia y la sabiduría también hace una notoria mención, Julio Sánchez, en su conferencia en la Biblioteca Municipal Central de Santa Cruz de Tenerife, 8 de mayo de 2013: “José de Viera y Clavijo en Gran Canaria”, a la que ahora nos referimos y de la que ofrecemos el detalle claro en el que se centra en esa despreocupación de Viera por el sentido del poseer de la que hace claro reflejo en su testamento: Viera era pobre en bienes inmuebles y rico en libros. ‘Declaro, dice Viera, que no poseo otros bienes raíces que unas dos fanegadas y media de tierra labradía situada en el Lomo del Capón, donde dicen la Suerte de Cuevecilla, jurisdicción de la ciudad’.

Estas tierras las había comprado en 1806 a don Fulgencio Arturo, ayudante de las Milicias, por 1.500 pesos de plata corrientes. Es lo que realmente hereda su hermana, además de los muebles de su casa. Los libros y manuscritos los distribuye entre las instituciones y personas que tuvieron relación con su vida. Podemos hacer un itinerario, desde su nacimiento a su muerte, ordenando los items de modo cronológico. A la parroquia de Santiago del Realejo Alto ‘donde fue bautizado’ lega cuatro tomos litúrgicos con su vitrina. Recordando su estancia en La Laguna y las tertulias de Nava que tanto influyeron en su formación ilustrada, deja a don Alonso de Nava y Grimón, marqués de Villanueva del Prado, ‘en memoria de los distinguidos favores que merecí de su padre don Tomás de Nava’, los manuscritos de las Crónicas de sus viajes por Europa, poemas diversos, cartas familiares y otros.

Las instituciones de Las Palmas de Gran Canaria, donde vivió sus últimos 29 años, fueron las más agraciadas. En primer lugar, a la Biblioteca Capitular del cabildo catedral cede los 230 ejemplares de los cuatro tomos de su Historia General de las Islas Canarias, que aún estaban sin vender en Madrid, para que sea el propio Cabildo el encargado de hacerlo. Deja, además, el Diccionario de Jurisprudencia de 14 tomos, las Sinodales del obispo Murga y, sobre todo, la Enciclopedia francesa o Gran Diccionario de Ciencias, Artes y Oficios de 39 volúmenes, que a pesar de ser libros prohibidos, el papa Pío VI le había dado el privilegio y licencia para comprarla y leerla, como expresamente declara Viera en la última cláusula del testamento, como si quisiese dejar claro su obediencia y fidelidad a la Iglesia y al Papa: ‘...aunque obra prohibida la he usado por privilegio que me concedió en Roma y en audiencia particular nuestro Santísimo Padre Pío Papa Sexto el día 15 de junio de 1780”.

Todo ello siempre con la marca religiosa que igualmente ponderaba en Viera, un científico que desde el humanismo y la religión, participaba a la sociedad de su sabiduría y ciencia: “No deja de ser llamativo que Viera comience el testamento confesando su fe en todo lo que cree y confiesa la Iglesia Católica y finaliza declarando su fidelidad al papa. Con el valioso legado que deja al cabildo catedral, el arcediano manifiesta su deseo de contribuir “al aumento de la biblioteca que se ha empezado a establecer en el recinto de dicha Santa Iglesia Catedral para fomento de la literatura del país y uso de los señores capitulares, como también para mostrar su reconocimiento al Cabildo por la primorosa escribanía de plata que se sirvió regalarle en testimonio de gratitud con que admitió sus tareas en su servicio estraxtando las Actas de sus libros capitulares, ordenando el archivo secreto y el proyecto de unos nuevos estatutos”.

La unión de Viera y religión de igual forma, lógicamente por su carácter de presbítero, destaca durante todo su vida, en su trabajo, investigación y obra, hecho al que se refirieron nuevamente en 2013, durante la celebración del XXII Congreso Internacional Diálogo Fe-Cultura, que tuvo lugar conjuntamente en el Seminario Diocesano de La Laguna y en las instalaciones de la Casa de la Cultura de Los Realejos, bajo la dirección del Rector del Seminario y director en ese entonces del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, ISTIC, Juan Pedro Rivero. En la clausura de estas jornadas tituladas “Dios y la ciencia”, el tema central fue la persona de José de Viera y Clavijo, al que se refirió en su discurso el Doctor en Periodismo, Ricardo Acirón, como “un hombre que supo hacer patente ese eje que existe entre Dios y la ciencia, hecho que evidenció en su obra y en su vida, donde la ciencia, humanismo y religión fueron sus estandartes hacia el horizonte que pretendía conseguir, que nos es otro sino servir a la persona desde la ciencia y la fe”, como se recoge en las Actas de este XXII Congreso.

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